Pequeña historia de amor de un amor de papel

Una habitación iluminada con velas, una velada brillante, llena de pequeñas sorpresas.

Fuera, ni un soplo de brisa y la luna parecía un trozo de metal llenando el cielo nocturno de un brillante resplandor. La pintura de las paredes se había desconchado, las ventanas no ajustaban y entraba frío, daba igual.

Tu mirada, un remanso de paz donde quedarse a vivir, a veces penetrantes, a veces soñadores, ojos color miel, ojos repletos de amor.

Los dos tumbados boca arriba el calor emanaba de nuestros cuerpos, algo maravilloso estaba despertando. El aire olía a madreselva florecida en invierno.

Y sé que va a ocurrir lo que tiene que ocurrir, porque el destino ya ha tomado una decisión. Llega y me abandono, lo comprendo de pronto, no necesito entenderlo, tan solo sentirlo. 

El camisón de seda cubría mi cuerpo y rozaba el tuyo cuando la luz del alba se coló por la ventana en esa hora silenciosa, ya no hubo marcha atrás. Me miraste y te demoraste observando mi silueta desnuda a la luz de la luna. 

Te acercaste después de contemplarme, me oliste, me tocaste, me saboreaste y oíste mi placer. 

Destapaste mis deseos, gozaste.  Te besé la cara, tus dedos recorrieron mi espalda y mi piel se erizó. 

Me abandoné y tú me conquistaste. Nos entregamos presos del deseo, nos dejamos vencer por la pasión. Un abrazo largo, la luna llena se posó en nuestros cuerpos y sentimos en el alma todo el amor que en un beso cabe.

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