Carta de amor para Rebeca

Cuando te vi, vida mía, tan rutilante y sonriente, cruzando como un cometa mi cielo, primero me sorprendió tu alegría, luego la querencia de tu órbita hacia la mía, después el eclipse que ocultabas en tu estela.

Y aun así, eras tan bella, que deseé engendrar en tu seno un lucero con tu materia estelar y mi desesperación.

Supe lo que eclipsaba tu alegría de estrella fugaz y quise darte mi luz para que retornases a tu brillo cegado.

Y aquel día, con el sol nuevo y planeta en sombra, te dije que te quería.

Al acercarme a ti, pude apreciar, lo maravillosa que eras, con tu calor, que daba vida.

Te asustaste de mí, de mi ansia por quererte, de no querer, perder la estrella de mi vida. Y anduvimos orbitando, atrayéndonos, dando vueltas sobre nosotros mismos, hasta que, por fin, nos hallamos.

Ahora, las vueltas las dan nuestros dedos sobre nuestra piel, dibujando corazones a cada momento, con mil te quieros, con silencios que dicen mucho, y con suspiros eternos.

Las vueltas las dan nuestros cuerpos, buscando la manera de entrar aún más adentro de nosotros, las vueltas las dan las sábanas, contorneando nuestros abrazos, ciñendo nuestros cuerpos.

Y el tiempo en las manecillas de un reloj en un amor eterno.

Te amo Rebeca.

Comparte este poema...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *