En una habitación roja
tras una ventana
que mira al mar,
una mujer enamorada
quiere confesarle secretos
a un sol suave de primavera
que ilumina una fila de árboles
al final de la avenida.
Sus palabras se escapan
y se mezclan con el viento,
que curioso y juguetón
revolotea entre los árboles
y les dice que hoy no
se les ocurra ponerse triste
ni provocar una tormenta,
Que él hará remolinos
con las palabras más bonitas
para contárselo todo al sol.
Si se desatara un temporal
no podría hacerlo,
las vocales se asustarían,
las consonantes se volarían
y seria una pena
que el sol no se enterara
de lo que el viento
por culpa de una ventana abierta
había descubierto.
Cuando el sol empieza
a acercarse al horizonte
el viento de levante
ha tenido tiempo
de susurrarle todos los secretos
que ha escuchado.
Entonces es cuando la ve
su perfil iluminado
su alma desnuda
y la abraza,
con sus últimos rayos de luz.