Los días sombríos
se sucedían sin él.
La dejó hueca,
oliendo a jazmín
y a miedo.
Se le secó la boca,
se le atragantaron
las palabras, su nombre atorado,
como si la mera amenaza
de ser pronunciado
fuera a reducir las palabras a polvo.
Buscó espacios de silencios
donde ponerle fin a todo.
Los recuerdos empezaron a romperse
en su interior,
había días que resultaban insoportables
y las noches le traían
sueños calcinados
que removían las cenizas
de las cosas casi olvidadas,
no conseguía salir de las brumas
horrorosas de la nostalgia.
Escuchando los sonidos del silencio
confundió sueños, recuerdos, memorias,
noches y días que se fueron.
Un reloj que marcaba las horas serenas
le ofreció un extraño consuelo,
promesas de nuevos comienzos,
una bocanada de vida,
una sonrisa para envolver su dolor
