Bendito destino

Noviembre, vio nacer su amor, al cerrar la puerta de aquella habitación. Todo se desvaneció, el mundo, el tiempo, la distancia, todo aquello que los separaba.

Lo inmediato eran ellos, el presente, que iba arrancando poco a poco para los dos, haciendo más densos los sentimientos.

Se acercaron despacio, uniendo sus manos. Dos corazones, un solo latido, acompasado uniendo deseos.

Ella, levantó la mirada, miró su rostro, sintió clavados sus profundos ojos verdes, nadie la miraba como él, haciendo estremecer su alma y su cuerpo. Se ruborizó, tan solo un instante, sabía a lo que se comprometían, lo besó.

Él, la recorrió con la mirada, ella le suplicó con un suspiro… Ámame despacio.

Él, con cada beso, fue curando las heridas, cerrando cicatrices con cada caricia, vistiendo su desnudez de ternuras nuevas. Con un profundo, te quiero, se desvanecieron los temores, dejando todo a un lado, menos el deseo.

Recorrió su espalda, conquistó sus caderas, la llevó con él, con la suavidad de sus besos y la ternura de su alma.

Fueron libres al amarse, al entregarse, al darse enteros y entre beso y beso, la vida, la esperanza, el amor se hizo un hueco entre ellos, para no abandonarlos ya nunca.

Bendito destino, que nunca se equivoca, pensaron a la vez, mientras se fundían, convirtiéndose en uno, sabiendo que ese amor les salvaría.

Tocaron con la yema de los dedos el principio de algo que se parecía mucho a la felicidad. Consiguieron que la pena no pesara. Se amaron, sintiendo que eran el amor de sus vidas, sabiendo que ya no podrían vivir sin ese amor.

Sentimientos revoloteando por el aire. Sonrieron cómplices, un cruce de miradas sellando un pacto sin palabras y un destino que los dos se merecían.

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