El silencio de tu nombre

Pensé, también esto pasará, y pasó; pero dolió, escoció, fue duro y costó.

Llantos, sufrimiento, dudas, tormento, incertidumbre, nostalgia, miedo, fueron compañeros de viaje, pero, todo pasó.

Quedó la resignación.

Pasó el deseo incontrolable de querer morirme entre tus brazos, pues no entendía tu abandono, pasó la angustia de pensar en que pude fallar.

Yo no fallé, todo estaba escrito, éramos dos eslabones rotos de una cadena, no supimos leer entre líneas lo que la vida nos brindaba.

Tú escribiste el final de una mustia realidad.

Ausente a mi dolor te llevaste cada uno de mis sueños, tu corazón se olvidó de mí. Yo, dejé de pronunciar tu nombre, dejaste de existir en mis sueños.

No fue fácil vivir de recuerdos, intentar empezar de nuevo. Maldita cordura de mi tormento que tregua no me dio.

No fue fácil encontrar el valor de volver a creer.

Pero un día, el cielo amaneció soleado, ninguna nube apareció en el cielo, la oscuridad dio paso a la luz, me aferré al olvido y pude mirar atrás sin sentir pena ni dolor.

Entonces pude seguir, nuestros destinos empezaban a alejarse. Jugué a olvidar lo que perdimos, dejé que mis lágrimas aprendieran a sonreír y como la memoria es caprichosa, cuando me ganaba la añoranza pensaba…

¿Cuánto de mí quedó en ti?

Volvió a ser abril, se acabaron todas las preguntas sin respuestas. Y así fue como encontré la luz del sol.

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