Fabricó una caracola
solo para ella.
Se fue a buscar estrellas
montado en un caballito
de mar.
Hubo una noche
que casi rozó una estrella,
su corazón se aceleró,
era bien entrada la noche
y el viento silbaba entre las olas
que mansas mojaban sus pies.
En la arena enterró
sus penas.
La noche se hizo eterna
cuando la besó con labios temblorosos,
hubiese bailado con ella
el resto de su vida,
a pesar de la infinita tristeza
que le devolvió su mirada
cuando se separó de él
una vez más.
Que pena le dio
darse cuenta de que ya
no se reconocía en sus ojos.
Se quedó callado y triste,
el cielo se fue encapotando
por momentos,
comenzó a llover con desesperación
como lágrimas de otoño
en días de primavera,
cuando ella le dijo adiós.