Un triste poeta
que no quiere ser olvidado,
alza la vista a menudo hacia el infinito.
Recuerdos insignificantes
cruzan raudos
por el puente de los suspiros
y se clavan en su alma
como fragmentos de cristal,
reflejando el pasado
en pedazos pequeños
que le devuelven a un doloroso
después,
lleno de angustia, por no poder exorcizar
a los fantasmas
que llenan de miedo
su corazón torturado.
Sintió una punzada en el centro
de su pecho,
el dolor del recuerdo.
Pensó que quizá, había que verlo todo
con el color de la luz adecuada,
la luz de su mirada.
