Nunca supe cuánto era para siempre
y eso que siempre supe
que nada era perpetuo.
Tantas veces te fuiste
dejándome como una isla perdida
en mitad del océano,
pero siempre volvías,
confundido entre las olas
adentrándote cada vez más en mí.
¿Eras el hombre de mi vida?
Sí, no lo dudo ni un segundo.
Te enseñé el caos de mi alma
y tan solo ante ti, conocí, la templanza,
la calma,
la paz.
Sí, eras el hombre de mi vida, el amor de mi vida,
aunque no te quedaras nunca.